Decimosexta píldora histórica contra el coronavirus

Hola a todos, espero que sigáis bien. Ya es abril y, aunque no sabemos lo que va a suceder este nuevo mes, esperemos que todo lo que nos pueda traer sean solo cosas buenas.
Os dejo la píldora número 16, espero que os guste,
Celia (:

PÍLDORA DE HISTORIA CONTRA EL CORONAVIRUS (16) 

ACHO, ABATÉ JONDEAS EL CALAMBUCO AL ESCARRANCHARTE 

El idioma castellano tiene unas 300.000 palabras diferentes, pero en nuestra comunicación cotidiana utilizamos solo y con suerte unas 300. Por supuesto, ese porcentaje es flexible de acuerdo con el nivel cultural de cada persona. 

Vamos a recordar todas aquellas palabras utilizadas no hace mucho tiempo y que hoy se encuentran moribundas, destinadas a su completa desaparición. Los medios de comunicación, principalmente la televisión, han uniformado el lenguaje castellano y, salvo por la entonación y la utilización de algunos localismos, todos hablamos el castellano más o menos igual. 

A principio de los años cuarenta, el filólogo y lexicólogo Don Alonso Zamora Vicente recogió las palabras y sus variantes utilizadas por los vecinos de Villagonzalo en un libro titulado El habla de Mérida y sus cercanías.  

Este señor llegó a Mérida en septiembre de 1940 para trabajar como catedrático de Lengua y Literatura Española en el Instituto de Enseñanza Secundaria. Era un joven investigador empeñado en conocer el mundo que le rodea, con una especial afición en todo lo relacionado con la filología, el habla, la entonación y los diferentes dialectos locales.  

Una vez integrado en la vida cotidiana, comienza a interesarse por la cultura de esta ciudad y la de los pueblos aledaños de donde sus vecinos llegan para realizar las compras o gestionar trámites administrativos. En la ciudad no tenía ningún problema para relacionarse con la gente y entablar conversaciones con sus amigos y conocidos en calles, bares o en el trabajo. Pero para conocer los diferentes pueblos la cosa era más difícil, pues, recién acabada la Guerra Civil, estaban restringidos los desplazamientos por el territorio nacional sin un motivo justificado y siempre avalados por dos vecinos de intachable compromiso con el nuevo Régimen. Sin embargo, al ser Alonso Zamora Vicente funcionario público, él mismo decía que la suerte de serlo le permitía viajar con una relativa y precaria libertad, ahorrándole los inacabables salvoconductos de las autoridades y de la Guardia Civil. 

Durante tres años estuvo elaborando su tesis doctoral, posteriormente publicada en forma de libro El habla de Mérida y sus cercanías, publicado en 1943. Es un trabajo de investigación sobre el habla, el vocabulario, la entonación y la cultura de los vecinos de Mérida y también la de todos aquellos pueblos en un radio de dieciocho kilómetros, entre ellos: Aljucén, Carrascalejo, Esparragalejo, La Garrovilla, Arroyo de San Serván, Calamonte, Alange, Zarza de Alange, Villagonzalo, Don Álvaro, Valverde de Mérida, San Pedro de Mérida, Trujillanos y Mirandilla, con la excepción de Torremejía. Dando un testimonio imprescindible para conocer cómo era la vida antropológica en los años cuarenta del siglo pasado, manifestada en las palabras de ese momento, en ese dialecto con la variedad bajoextremeño. 

De la situación geográfica de cada pueblo hay que señalar una diferencia importante, la mayoría de ellos se encuentran por detrás del margen izquierdo del río Guadiana, con la salvedad de Alange, La Zarza y Villagonzalo que, sin ningún puente sobre ese río (en aquellos años), a sus vecinos le es más difícil la comunicación con Mérida y por tanto usan palabras y giros diferentes a los otros 15 pueblos mencionados. El autor reseña en el libro “éstos se asoman al mundo por la estación de este último o por el minúsculo apeadero de Zarza de Alange”. 

Para desplazarse a los pueblos utiliza tanto el tren como el autocar, incluso realiza viajes en burro y andando. Una vez llegaba a un pueblo, entraba en las tabernas y establecía cháchara con los parroquianos allí presentes, en ese ambiente lleno de olores entremezclados de vino, humo y toses, no se cansaba de preguntar y preguntar, llenando papeles de notas y dibujos de materias tan diferentes como “el tránsito de las estaciones, los ritos humanos de paso sobre la vida, los ciclos de las cosechas, etc.”. Igual preguntaba y escuchaba al culto que al inculto, al iletrado que al sabihondo, al cura que al pastor, pues, de las palabras usadas entre todos ellos, considera que surge el habla cotidiana.   
En un pasaje del libro expone su técnica de estudio: Para la elaboración de este trabajo he seguido principalmente el sistema de convivencia con los naturales. Un año largo de observaciones ratificadas y ampliadas por la conversación provocada, por el interrogatorio dispuesto. En realidad, todos los sujetos que he interrogado solo lo han sido para completar, aclarar o ratificar los datos conseguidos en la convivencia, necesaria para eliminar la natural desconfianza ante interrogatorios, a primera vista, pueriles. He buscado siempre gentes de la mayor autoctonía posible: naturales, hijos de naturales, con deficiente cultura primero, a ser posible, labriegos; cuando hombres, he preferido los que no habían hecho el servicio militar, que, como es sabido, contribuye mucho a la deformación lingüística, inquisiciones en medios de otra cultura me han servido para ver el estado de castellanización, como también la comparación del vocabulario entre jóvenes y viejos. Doy a continuación de las palabras frecuentes transcripciones fonéticas, advirtiendo que he desechado en absoluto, para este particular, los datos que hayan sido proporcionados por gentes con defectos fisiológicos: desdentados, gangosos, etc. 

Toda su investigación estuvo dirigida a analizar el saber popular del mundo rural, estudiar el entorno del hombre para definir la idiosincrasia de los pueblos, como eran las estructuras familiares y las técnicas de trabajo, llegando a la conclusión de que los habitantes de esta comarca “viven con notorio retraso y primitivismo, lo que justifica en parte la abundancia de arcaísmos de su léxico”. 

Estudio sobre el habla en Villagonzalo 

En su viaje y estancia en el pueblo se reúne con dos hermanos y su criada, los tres con conocimientos básicos de “primeras letras” y, que no habían salido nunca fuera del pueblo, salvo un viaje excepcional de uno de ellos, y los describe de la siguiente forma: 

- Dionisio Ponce Campo. Setenta y seis años. Sabe leer y escribir. No hizo servicio militar. Ha hecho un solo viaje a Madrid por motivos de enfermedad. Soltero, labrador. 
- Josefa Ponce Campo, hermana del anterior. También soltera. Cincuenta años. Lee y escribe con grandes dificultades. Hijos de naturales de Villagonzalo. 
- María Jesús, de cuarenta años, criada y lavandera de ambos. Hija de naturales. 

Con ellos mantiene largas conversaciones, intentando sacarles las máximas palabras posibles para compararlas con las utilizadas en los diferentes pueblos objeto del estudio.  

De entonces a hoy, en Villagonzalo ha habido un cambio brutal: se han perdidos las costumbres, desapareció la búsqueda de trabajo en la plaza, se ha modificado el paisaje, se ha mecanizado el campo,  hay cultivos nuevos, han aparecido unas ganaderías inexistentes…  

Los jóvenes actuales conocen otras preocupaciones, el lenguaje entonces utilizado es un idioma indescifrable para ellos, con palabras como: achiperre, aburar, albolaga, anterroyo, añugar, arrutar, bibistrajo, bobilla, bochinche, borullo, bujero, bujío, calambuco, calzona, candilá, cascabullo, cebica, coile, contri, cuajareja, charabasca, delabón, embarbascar, embozá, empanzinarse, escachurrar, farragua, furriona, gañote, irutar, jarapal, jimploso, jurrear, lambuzo, pantaruja, moñicle, pellica, perigallo, pimpájaro, pínfano, rajamanta, regacho, ringao, revesino, risorio, tentemozo, tiesto, topino, verriondo, zalamero, zarrio…  

Para finalizar el artículo, os dejo una reflexión de Lola Pons Rodríguez, profesora de Historia de la Lengua de la Universidad de Sevilla, sobre la importancia de los dialectos locales:  

“Cuando nos creamos de verdad que no hay lenguas mejores que otras. Cuando no asociemos la superioridad de una lengua a tener un sistema gráfico ni pensemos que tenerlo convierte a una variedad en una lengua. Cuando no liguemos la capacidad de un idioma a su número de hablantes. Cuando aceptemos que la lengua que no cambie será la próxima dueña del cementerio; cuando respetemos lo recibido de igual forma que valoramos lo creado novedosamente. Cuando consideremos que la pureza lingüística es tan peligrosa como la pureza racial. Cuando asumamos que muchos de los extranjerismos que hoy usamos se irán y que otros muchos se quedarán; cuando nos enteremos, por fin, de que ambos procesos dependen de la voluntad de los hablantes, porque la lengua no existe fuera de nosotros.”  

Francisco Sánchez García 
Cronista Oficial de Villagonzalo
Fotografías de vecinas y vecinos de Villagonzalo


Comentarios

Entradas populares de este blog

“EL PRIVILEGIO DE VILLAZGO” ALGO MÁS QUE UN ÉXITO

VII MATANZA DIDÁCTICA Y DÍA DE MIGAS

IMÁGENES DEL DÍA DE LA MATANZA Y MIGAS

JUEVES MÁS QUE CULTURAL.

"EL PRIVILEGIO DE VILLAZGO" ARRASA EN 'TAQUILLA'