Trigésima píldora histórica contra el coronavirus

Buenas y lluviosas tardes a todos.
Como veis ya es la dosis de historia número 30.
Aprovechad estos ratitos de lluvia que ayudan a concentrarse mejor (a algunos y algunas) para leer, meditar, hacer deporte, ver películas...
Espero que os entretenga el artículo la de hoy.
Mucho ánimo,
Celia (:

PÍLDORA DE HISTORIA CONTRA EL CORONAVIRUS (30) 

LOS ÚLTIMOS POCEROS 

En los años cincuenta, Julián Miranda Amarilla se inició en el oficio con la cuadrilla de Juan Miguel, maestro pocero de Don Benito. Después de un largo aprendizaje, con los conocimientos técnicos suficientes, decide formar su propia cuadrilla en Villagonzalo. 

La cuadrilla de Julián estaba compuesta por seis hombres, dos excavadores, dos encargados del torno, un encargado de retirar esportones y un responsable de la bomba extractora de agua. Los miembros de la cuadrilla irán variando en el tiempo, pero siempre serán vecinos de Villagonzalo, entre los que se encontraban su hermano Juan Miranda, sus hijos Modesto y Miguel Miranda, los hermanos José, Miguel y Felipe Peñato, Máximo Galán, Salvador Casablanca, Pedro Luis Miranda, Cándido Ponce, Segundo Trinidad y Antonio Puerto.  

Como es en esos años cuando comienzan los primeros cultivos de regadío en el término, a la cuadrilla nunca le faltó trabajo. Había una gran demanda de construcción de pozos en los parajes del ‘Callejón del Medio’, ‘Redondas’, ‘Posíos’, ‘Cañadas’ y ‘Turuñuelo’.  

Recuerda Modesto Miranda que, entre otros, hicieron pozos a Severo Bermejo Cinta, Clemente Andújar Puerto, Antonia Díaz Lozano, Luis Vivas Pérez, Luis Hurtado Casablanca, Rosa Casablanca Salguero, Sebastián Rodríguez Vera, Teresa Rubio Moreno, Antonio Casablanca Ponce, Celedonio Terrones, Hermenegildo Solís, Francisco de la Cruz, Francisco Romero, Antonio Vivas y Juan Terrones. También excavaron y profundizaron pozos en casas particulares, como los realizados a Sebastián Flores y a Arcadio Gordillo, este último de La Zarza. 

Para hacer un pozo, lo primero era buscar el lugar idóneo donde comenzar su excavación, de ello se encargaba Modesto Miranda, quien tenía y mantiene esa habilidad de descubrir un curso oculto de agua subterránea. Valiéndose de dos ramas verdes de olivo, las dispone en forma de uve atándolas por su parte más gruesa, con ambas manos se las lleva a la cintura caminando por la finca en cuestión y, cuando las ramas se curvan hacía el suelo, éstas indican el lugar donde se encuentra el agua. Según su grado de curvatura hay agua a más o menos profundidad. 

En ese lugar, se marca una circunferencia en el suelo con un diámetro de entre uno y tres metros, pudiendo aumentarlo un metro más para poder montar las anillas sin dificultad. Dos hombres, según la dureza del terreno comienzan a escavar con pico o azada, ambas herramientas disponen de un mango muy corto por lo reducido del espacio en que se trabaja. 

En la superficie se levantan tres vigas de madera componiendo un trípode, donde es amarrada una garrucha con su correspondiente soga para sacar los esportones de tierra y que, a su vez, también es utilizada para bajar y subir a 
los hombres. Cuando alcanzan una profundidad considerable, la garrucha se sustituye por un torno. 

Una vez alcanzada el agua, inmediatamente entraba en acción el encargado del motor de achique, entonces el trabajo de los de abajo se hacía más penoso, porque se trabajaba metido en el agua, además de recibir sobre sus cabezas el chorreo continuo de los esportones que ascendían. 

Era el momento de comenzar a bajar el hormigón junto a las varillas de hierro y echarlo en los moldes de los anillos. Cada día se construía un anillo con una altura de noventa centímetros y hasta que no hubiera forjado completamente no se iniciaba el siguiente. Los anillos irán bajando por su propio peso, mientras se continúa achicando agua y picando para ahondarlo, por lo menos, tres o cuatro metros más. 

Una vez acabado el pozo con la colocación del último anillo que servía de brocal, se excava al lado una rampa con escaleras llamada registro, lugar donde se instalará el motor de riego. El tiempo aproximado de excavación de un pozo oscilaba entre los cuarenta y sesenta días, dependiendo de su profundidad. 

Cuando algún pozo, con el paso del tiempo se colmataba de tierra y apenas disponía de agua, no podían anillar sobre lo hecho, por lo que excavaban dentro de él una circunferencia menor, procediendo a hacer anillos más pequeños, es decir, se construía un pequeño pozo dentro del pozo ya construido. 

Francisco Sánchez García 
Cronista Oficial de la Villa 


Modesto Miranda junto a uno de los pozos construidos  

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